Galimberti by Marcelo Larraquy

Galimberti by Marcelo Larraquy

autor:Marcelo Larraquy [Marcelo Larraquy, Roberto Caballero]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-987-04-1849-8
editor: 2011
publicado: 2011-06-28T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 21

Adiós al amor

Un día después del entierro, Galimberti y Gambarotta le pidieron a Oscar, el otro hijo del financista muerto, de diecinueve años, que necesitaban las llaves de la oficina: debían retirar una documentación imprescindible para inaugurar el clader en Bélgica. Según Oscar Braun (h) le contó a Rosalía Cortés, el dúo se llevó el cheque de la discordia —de una cifra de doscientos mil dólares—, eurocheques, tarjetas de crédito y el pasaporte de su padre. Antes de retirarse, Galimberti le advirtió que Cortés se había quedado con un cheque y lo había depositado en Suiza.

Su enemistad con ella era manifiesta. Galimberti convocó a una reunión de exiliados en La Haya y les dijo:

—Tengan mucho cuidado con Rosalía... la vi con mis ojos entregar un dossier de nuestro grupo al embajador argentino. Es amiga de Lila Pastoriza y está trabajando con los “chupados” de la ESMA...

Oscar Braun (h) salió en defensa de su madrastra.

—¿Por qué haría una cosa así, si ella no estuvo presa ni nada?

—Es una “chupada” voluntaria. Toda la vida quiso trabajar con la Marina —le respondió.

Cortés empezó a reclamar por el cheque que debía cobrar su marido. Acusó a Galimberti de robárselo de la oficina. Él le contestó:

—Tu marido estaba con nosotros y la guita que dejó, la dejó para nosotros. ¿De qué cheque me hablás? Aparte vos no eras la mujer de Oscar. Ya estaban separados. Él salía con la traductora. ¡¿Qué mierda tenés que ver vos en toda esta película...?!

Cortés pasó a ser el blanco preferido de los ex montoneros y militantes de derechos humanos que se reunían en La Haya. La acusaban de “servicio” y la descalificaban por su condición social. Como indicaba Galimberti:

—Es una burguesa que se juntó con uno de los hijos de la oligarquía para sacar provecho.

Galimberti continuó visitando el Instituto de La Haya como si nada hubiese ocurrido, Braun lo había presentado como un revolucionario argentino. Tenía las puertas abiertas. En su paper, “El Peronismo y la crisis de la dictadura”, Galimberti escribía:

“... hoy, mientras se precipita la debacle económica, una Argentina estupefacta e indignada observa cómo Viola pretende desde el mismo modelo de dominación ideológica y política, pero privilegiando a otro sector de las clases dominantes, construir una base de sustentación que impida el hundimiento definitivo de la dictadura...”.

Pero cada vez que lo veía en el Instituto, Cortés se sentía impotente y rompía la sagrada paz que debía sobrevolar los ámbitos académicos.

—¡A este hijo de puta, delincuente, no lo dejen entrar más...!

Galimberti intentaba mantenerse ajeno y concentrarse en la escritura...

“... Existen saludables manifestaciones de la reactivación del movimiento obrero, que está recreando, sin sectarismo, organizaciones con una larga tradición en la defensa de los trabajadores. Aquí debe estar puesto todo el esfuerzo político y organizativo de la militancia peronista, olvidando los estériles enfrentamientos del pasado y superando en conjunto los errores en que todos hemos incurrido. Hay que apoyar, sin vacilaciones, la reconstrucción desde las bases del movimiento obrero...”.

Pero cuando Galimberti pensaba anexar una información en pie de página, volvió a escucharla.



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